Nunca he escrito dos veces el mismo día y hoy, aunque no sea así, me parece que lo estoy haciendo. ¿Por qué? Pues nunca se sabe. Un día te van las cosas mal y te agobias, pensando que nunca llegará esa salida esperada, pero los peores días son aquellos en los que, cuando creías haber encontrado la salida, te das cuenta de que estás en otra habitación más. En un principio te ciega la luz, pero cuando logras acostumbrarte, comprendes que llevas tanto tiempo en la oscuridad que la luz del sol entrando por una simple ventana hace que pierdas la noción del espacio durante un tiempo.
Toca volver a empezar. Ponerse a buscar una nueva salida de este rompecabezas sin fin. Un rompecabezas que al mismo tiempo es como el cubo de rubik. No tiene una única cara sino que tiene seis, y estas a su vez están divididas en nueve pequeños cuadrados. Parece un algo interminable, que puede con nosotros. Dan ganas de rendirse, sin duda. Pero el tiempo se agota. El oxígeno se convierte en dióxido de carbono (y el agujero de la capa de ozono se hace cada vez más grande, que pena que no sirva para salir de esta).
Pero, que le vamos a hacer, ¿vamos a lamentarnos por nuestra situación? Por Dios. Todos han pasado por lo mismo (o pasarán) y algunos supieron aprovecharlo y se pusieron a escribir en las paredes de la sala instrucciones para los siguientes visitantes. Otros dieron su vida para evitar que lo mismo le ocurriera a otros. Puede que incluso alguno, después de salir, volviera atrás para ayudar a un compañero.
Esto es así, como que aquello esta más lejos que esto. No se si os gustará o si lo entenderéis. Sinceramente, no me importa. Es algo que tenía que escribir.
Ya cambiando de tema, felices fiestas a todos los que leáis esta cosa y a los que aún les quede tiempo por trabajar, que no se queden a mitad del túnel. La Navidad ya os la felicitaré cuando toque.
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