Otra vez me ha vuelto a pasar. Me despierto, debido a un leve hilillo de luz que traspasa las cortinas y, cuando descubro por fin dónde estoy y miro la hora, son las siete y media. O las ocho. Me he vuelto a quedar dormido otra vez.
A quién no le ha ocurrido esto. La verdad es que a mí continuamente. Pero lo peor de todo no es quedarse dormido porque llegas tarde, no. En realidad, si tuviera coche por ejemplo, podría llegar perfectamente a la clase. Pero la "amplitud" de horarios de mi línea de autobuses (tres al día) me lo impide. Conclusión, que cada vez que pierdo un maldito bus, tengo que coger el regular hasta la estación de tren y aguantar una hora más de cercanías. Sí chavales, sí, cerca de una hora y cincuenta minutos. Lo bueno de tener tanto tiempo libre (y lo malo al mismo tiempo) es que puedes hacer muchas cosas (pero no te apetece hacer ninguna).
Siempre que voy en el bus me dedico a tres tipos de cosas: La primera, y menos habitual, es la de repasar lo de la clase inmediatamente posterior (sólo apto para exámenes). La segunda consiste en leer las lecturas para la clase inmediatamente posterior a la clase inmediatamente posterior (nunca consigo terminármelas). Y la tercera y última opción consiste en coger el libro que esté leyendo en ese momento y embarcarme una vez más en otra historia, otro mundo, o incluso el mismo mundo que el mío pero a kilómetros de distancia. Conocer a personas de todo tipo y con todo tipo de pensamientos e inquietudes. Quién sabe, puede que entres en un libro y te enamores hasta de un personaje, que puede que no exista (o que lo vayas creando en otra persona a la que se parece). Un paisaje puede parecerte más real en un libro que en la realidad. Incluso más bonito. Puedes observar cualquier monumento a la luz de la luna y sin los pesados turistas con sus cámaras compactas y tirando fotos (o pidiéndote que se las tires) a cualquier gilipollez que encuentran por la calle.
A pesar de todo, hay otras dos cosas que se pueden hacer en un autobús de camino a la facultad: La menos habitual en mí pero más reconfortante, dormir, y la que me llevó a estar escribiendo esto ahora: pensar.
Muchas gracias y buena suerte.
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