¿Nunca os ha ocurrido en alguna ocasión que habéis acabado por fin todos vuestros exámenes? Por supuesto que os tiene que haber ocurrido, sino el sistema educativo español está peor de lo que pensaba. En realidad la pregunta que nos surgió ayer fue la siguiente: ¿Por qué cuando terminamos los exámenes (al menos en el momento de salir del último de ellos) nos da una especie de bajón? Seguramente se deba al extremo cansancio que se nos viene encima, tras disiparse el efecto de los innumerables "red-bulls", cafés o "coca-colas" que nos hemos tomado a lo largo del último mes, y que se une a las ganas tremendas de dirigirse cada uno hacia su respectiva cama y allí permanecer otra eternidad (que no dura tanto como nos gustaría, y desde luego nunca lo mismo que los exámenes).
Otra teoría puede ser la de que una gran cantidad de decisiones por tomar se nos vienen encima acerca de los próximos acontecimientos (ya sean vacaciones o la continuación de clases). Sin embargo y, a pesar de todo, tras ese momento inicial las alegrías se nos vienen encima y por fin llegamos a un estado en el que no tenemos que hacer nada, o eso me suele ocurrir a mí por lo menos. El problema está en el cercano tiempo que sigue a los exámenes y que es aquel en el que se otorga a los alumnos de sus notas, que para una gran parte de la gente suelen ser unos días de suplicio y de constante tensión. Yo prefiero no pensar en ello y si algo me caracteriza en estos días es la calma, total, lo hecho hecho está. Otra cosa será si estoy o no de acuerdo con mis notas y, en ese caso, ya reclamaré (y eso ocurre raras veces).
Hecha esta primera reflexión (corta porque ahora es como si estuviera de vacaciones) me gustaría agradecer las críticas al nuevo diseño del blog, más que nada porque en su mayoría eran buenas; está claro que si no no diría nada. Lo cierto es, que pensaba terminar de escribir aquí por hoy pero vistos los sucesos de ayer y hoy tengo que hacerlo. ¿Por qué existe gente en este mundo que busca en todo momento el beneficio a costa de los demás? Con esto no quiero hablar de ningún rico empresario ni de explotadores; todos tendrán su momento. Me refiero a aquellas personas que dedican su tiempo a adueñarse de cosas de los demás o a, simplemente, destrozarlas; por pura diversión.
El porqué, me temo que es bastante sencillo. Existen a mi modo de ver tres causas de estas actuaciones. La primera, aunque seguramente la menos generalizada, es la de la enfermedad. Una persona enferma no puede controlar esos instintos y no podemos tampoco acusarla de hacer algo que no es sino su cerebro quien le "obliga" de alguna manera a hacer, en contra de su voluntad. Otra de las causas es la de la escasez. Personas que viven en un ambiente de pocas posibilidades ven su vida como algo poco valioso y prefieren dedicarse a estropearla aún más, siendo esta una de las tantas formas de demostrar esto; seguramente no la peor de todas. Por último, y la que me resulta más difícil comprender, es la razón que me ha llevado a un susto esta tarde: La diversión. Una serie de personas, generalmente jóvenes, dedican su tiempo a olvidar su gran cantidad de frustraciones cargando contra la sociedad y una de las maneras más divertidas de hacerlo, o al menos eso parece ser, es la de destrozar la propiedad de los demás. Ya sea algo de todos, incluso suyo, como el mobiliario público, o directamente algo de otra persona.
En mi opinión, la única manera de resolver esto se encuentra al principio de todas estas parrafadas, la educación. Espero que algún día sea posible que desaparezcan la gran parte de estas situaciones, aunque la solución sea otra y me haya equivocado. Rectificaré, pero no por ello perderé la sonrisa.
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