Como algunos sabréis, en este momento me encuentro en el Puerto de Santa María (provincia de Cádiz) de "segundas vacaciones" y, ya que por las noches no tengo mucho que hacer; porque es lo que ocurre cuando viajas con la familia, pues he decidido hacer un breve resumen diario de mis aventuras (o aburridos sucesos según se den). Lógicamente, al llegar ayer tardísimo, no hay mucho que contar y preferiría empezar el viaje desde esta mañana.
El tener horario de desayuno nos obliga, aun estando de vacaciones, a hacer el doloroso esfuerzo de levantarnos más pronto. Pero vale la pena. Y es que lo que de verdad me encanta de los hoteles es el buffet libre del desayuno. En ocasiones puede que llegues con mal estómago o que no te apetezca nada de comida en ese momento pero, ¡Hay tanto donde elegir! Esta mañana, después del reconstituyente desayuno nos pusimos en marcha hacia la capital de la provincia. Tras un poco de remoloneo, a eso de las once y pico nos situamos en el centro histórico de la ciudad.
El día empezó con algo de mala suerte ya que desgraciadamente el teatro romano estaba en obras así que, tras echar una mirada a la costa de película que acababa de aparecer ante nuestras narices. A pesar de las vistas, aún había mucho que ver y en seguida nos dispusimos a subir a la torre de la catedral. Siendo el punto más alto de la ciudad (y encima siendo esta una ciudad costera) se convierte en lo que los francotiradores llaman un "nido de aguila", es decir, un punto alto desde el que se puede controlar los alrededores. Y así hicimos. Una vez vista la ciudad desde arriba es mucho más sencillo ubicarse y encontrar las cosas. Dimos un paseo por la zona histórica de la ciudad y por último, antes de comer, nos acercamos al fuerte de San Sebastián, pasando por la playa de las Caletas (primera vez del año que piso una playa); y, aunque estaba cerrado las vistas (y las fotos) lo merecieron.
Tocaba comer, y eso para nada es complicado en un país como España. Y mucho menos en el sur. Chopitos, tortillas de camarones, chanquetes, papas aliñás u ortiguillas son solo algunos de los pequeños manjares que es imposible encontrar en otro lugar. Una vez terminamos la comida visitamos algunos edificios históricos como el Teatro Falla, en honor al insigne músico de Cádiz, o el museo de las Cortes (también en restauración debido al futuro bicentenario de la Pepa). Me encantaron también los jardines de la Alameda y el Parque Genovés, llenos de fuentes y enormes acacias, creo que en pocas ciudades he visto zonas verdes tan buenas.
Por último, y además de algunas compras, visitamos el Castillo de Santa Catalina, con unas cuantas exposiciones en su interior y seguramente el fruto de las mejores fotos del día, que aún tengo que revisar. Tras eso, cena y vuelta al hotel, hasta el momento de empezar este resumen (que me ha durado un buen rato).
Mañana más
1 comentarios:
Cómo te manejas por la ciudad de "El Asedio", XD. La verdad es que Cádiz es una ciudad que tengo ganas de conocer desde hace tiempo. Un rincón especial geográficamente hablando, un territorio con una historia y una tradición marinera y comercial que lo hacen único. Y, por supuesto, con unos paisajes y unas gentes gaditanas únicas e inconfundibles.
Estaremos atentos al relato de hoy, pero sigo diciéndote que vigiles a Rogelio Tizón, y te acerces a la zona de Sancti Petri (una vez más...cuando leas el libro lo entenderás, jajaja).
Pásalo bien tío.
Un abrazo,
Nacho
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